jueves, 18 de diciembre de 2008

Hombres grises

Yo pensaba que los hombres grises eran personas sin imaginación. Esas personas que no se implican, que no se hacen preguntas, que ven pasar la vida por delante sin subirse al tren en marcha, a riesgo de caerse. Pero he descubierto que los hombres grises son otra cosa.
En una pequeña biblioteca de los Estados Unidos se encuentra el único ejemplar de un libro que un día escribió un psiquiatra loco, el doctor Knolit.
Este libro, titulado Los hombres grises y el tiempo perdido nos descubre la existencia de unos seres etéreos, que en ocasiones pueden tomar forma humana, y que se alimentan del tiempo perdido de los hombres. Es por eso que en las grandes ciudades hay hombres grises en cada esquina. Y a veces se los puede ver con su traje gris, su canosa barba y el rostro macilento. Cada vez que uno de nosotros se lamenta por lo que quiso hacer y no hizo, un hombre gris se adueña de ese tiempo desaprovechado.
Así hoy toma mayor sentido eso que nos cansamos de oír de que más vale arrepentirse de haber actuado que lamentarse de no haberlo hecho.
Yo no quiero perderme nada. No quiero que me acosen los hombres grises. Ni los unos ni los otros. No les pienso entregar un solo instante de mi vida. Me basta con saber que están ahí, acechando, para actuar. Para no dejar nada a medias.
¿Habéis visto vosotros alguno?