miércoles, 2 de mayo de 2007

Deflagración de recuerdos

A raíz de la noticia de la explosión de gas en Palencia, mi madre me formuló una pregunta que soy incapaz de responder.

Si yo hubiera dispuesto de cinco minutos para coger lo más imprescindible antes de abandonar mi casa, ¿qué hubiera considerado como tal? Quizá una foto con valor sentimental, la caja de recuerdos sobre la estantería, mis diarios, la medalla y el anillo de la primera comunión (por aquello de que son de oro), o algo más práctico como una cazadora y los carnets de la universidad, la Seguridad Social y el pasaporte.

Me habría costado desprenderme de todos mis libros, de todos esos papeles, souvenirs y cachivaches revueltos en el primer cajón de mi escritorio. Me habría costado desprenderme de mis albumes de fotos, de la música que se ha acumulado en la estantería, de mis cuadros. Me habría costado desprenderme de mi dormitorio, de la almohada, incluso de esa horrible lámpara de mesita heredada de mi madre.

¿Acaso nuestra vida pasada no está construida de todas esas pequeñas cosas?¿Acaso si una explosión convirtiera en escombros toda mi casa, no vería yo toda mi vida hecha pedazos? Porque con los recuerdos ocurre como con la magdalena de Proust, sin esos detalles guardados en el cajón ¿no perdería yo también la memoria del pasado?