Borges, en su obra "Otras inquisiciones" narra una parábola que se encuentra en los escritos de Kafka. Trata de un hombre que pide ser admitido en el mundo, en la vida. El guardián de la puerta le advierte que detrás de esa hay muchas otras y que no hay sala que no esté custodiada por un guardián, cada uno más fuerte que el anterior. El hombre, confuso, indeciso, lleno de miedos, se sienta en la entrada a esperar tenerlo más claro, o a que alguien venga a intentar entrar y le enseñe lo que debe hacer. Pasan los días y los años y el hombre se siente morir. En la agonía se pregunta: ¿Será posible que en los años que he esperado nadie haya querido entrar sino yo? El guardián de la puerta le responde: Nadie ha querido entrar porque a ti solo estaba destinada esta puerta. Ahora voy a cerrarla.
A veces, dejamos que se nos cierren puertas esperando que alguien nos diga qué tenemos que hacer, que nos dé la fórmula mágica para encontrar el camino. Pero nadie sino nosotros puede descubrir lo que hay detrás.
Puede que sea más difícil ir al fondo de nuestro corazón que llegar a los confines del mundo.