La vida cambia sin cesar. Cuando nos acostumbramos a una determinada forma de hacer o de ser, todo se transforma y nos obliga a readaptarnos. Por eso, quizá, nos aferramos a las cosas, a las personas, a un trabajo indefinido, a una pareja estable, a una hipoteca. Para compensar ese devenir inesperado que no dejará de sorprendernos hasta el final. Pero incluso todo esto es efímero. Lo único que realmente tenemos es el ahora. La vida no está hecha para comprenderla, sino para vivirla.
" Una historia zen dice que había dos monasterios vecinos y en ellos dos niños pequeños que hacían los recados a su maestro. Los monasterios estaban enfrentados, pero los niños siempre actúan como niños. Olvidaban sus doctrinas y cuando se encontraban en el mercado charlaban y se divertían, aunque tuvieran prohibido hacerlo debido a esa antigua enemistad.
Un día, el niño del primer monasterio fue donde el maestro y dijo:
-Estoy desconcertado. Cuando iba al mercado, vi al niño del otro monasterio y le pregunté: “¿Dónde vas?”. Me contestó: “Donde me lleve el viento”, y no supe qué responder. Creó un acertijo.
El Maestro repuso:
-Eso no esta bien. Ningún integrante de nuestro monasterio, ni siquiera un sirviente, ha sido nunca derrotado por ninguno del otro. Debes ganar a ese muchacho. Mañana vuelve a preguntarle: “¿Dónde vas?”, dirá: “Donde me lleve el viento”, y entonces dile: “¿Y si el viento no sopla?”.
El niño no pudo dormir en toda la noche. Procuró imaginar una y otra vez que ocurriría al día siguiente.
Al día siguiente, esperó en el camino. El niño de al lado llegó, y él le preguntó:
-¿Dónde vas?
-Donde me lleven los pies.
De modo que no supo qué contestar. Su respuesta estaba fijada, y la realidad es impredecible. Regresó, muy triste, y le comentó al maestro:
-No se puede confiar en ese niño. Cambió y no supe qué decirle.
De modo que el maestro comentó:
-Mañana, cuando diga: “Donde me lleven mis pies”, dile: “¿Y si te ocurriera algo y tuvieran que cortarte las piernas, qué?”.
Otra vez no pudo dormir. Salió temprano a esperar en el camino, y cuando el otro llegó, le preguntó:
-¿Dónde vas?
-A comprar hortalizas al mercado- fue la respuesta del niño.
Regresó muy perturbado y le dijo al maestro:
-Con ese niño no se puede, no para de cambiar.
La vida es ese niño. La realidad no es un fenómeno fijo. Hay que estar presente ante ella en forma espontánea, sólo entonces responderás en forma real. " (OSHO)