domingo, 18 de diciembre de 2011

Pintar el mundo de otro color

Es posible que de niños los valores afloren de manera natural, la igualdad, la justicia, la tolerancia, la comprensión. Puede que al nacer seamos portadores de luz. Como Lola. Y que luego nos vayamos emponzoñando un poco con el paso de los años.
En el metro, una niña jugaba el otro día con dos pequeñas muñecas, una rubia y otra morena.
La rubia llevaba un vestido pret a porter y unos zapatos rosas. La morena, en pantaloncitos cortos, iba descalza. Al rato, vi a la niña jugar con un zapato en la mano.
- Mira, mamá- le decía a su madre mostrándole la muñeca de pelo negro con un zapato rosa en el pie.
- ¿Ya has perdido el otro?- le preguntó su madre con disgusto.
La niña negó con la cabeza y le mostró la muñeca rubia, que llevaba el otro zapato puesto.
- ¡Así son las dos iguales!
Yo sonreí. Va a resultar que de niños somos todos comunistas.
Me pregunto como seria un país gobernado por ellos. Si habría gominolas para todos. Si cabríamos todos, aunque fueramos diferentes.
- Trabajé en una granja escuela en la que un niño pintaba los quesos de color verde –me contó una compañera. – Me decía que ¡claro!, era un queso estropeado.
Y nosotros preocupados por educar a nuestros niños, que dibujan también quesos diferentes, fuera de lo común, verdes y azules. Imperfectos. Que te dicen cada mañana lo guapa que estás, aunque te sientas fatal. Que te enseñan que sonreír es siempre una puerta para la comprensión. Que son capaces de creer que los Reyes llegan de Oriente montados en camello en los tiempos que corren. Que tienen la cabeza llena de historias en las que no hay fronteras entre lo posible y lo imposible. Nosotros preocupados por enseñarles ética cuando lo que deberíamos hacer es preservarlos de muchos de los artificios de esta sociedad. En la que lo más interesante de la navidad es el catálogo de juguetes del Corte Inglés.