Un personaje de Belén Gopegui decía que las utopías no son sueños imposibles sino sueños imposibilitados. Hoy lo recordaba cuando leía un artículo de opinión en el periódico Público sobre Islandia. En enero de 2009, el pueblo islandés se rebeló contra la supuesta lógica de reformas que suponía la crisis. Tuve la oportunidad de conocer la historia de primera mano porque un activista islandés nos relató la experiencia en el Patio Maravillas. Las manifestaciones pacíficas provocaron la caída del Gobierno y se inició el proceso de redacción de una nueva constitución mediante asambleas ciudadanas en la que se defendían propuestas nuevas como la libre información, la no discriminación por genotipo, una mayor participación ciudadana en las decisiones del parlamento y una reducción de funciones del presidente. El pueblo islandés se negó mas tarde a pagar una deuda que no le correspondía y a rescatar a los bancos a través de dos referéndums y envió a juicio como uno de los responsables de la crisis a su primer ministro. Hace unos días he leído que Islandia empieza a recuperarse y que su PIB está creciendo. Eso me confirma que existen alternativas, aunque algunos hayan votado al “cambio” en nuestro país de una forma muy distinta. Así que tal vez sea cierto eso de las utopías. Poco o nada se dice del caso de Islandia en los medios, pero es cierto que ha hecho posible lo imposible, que aquellos idealistas que salieron a la calle ahora juegan en el plano de lo real.
Me pregunto que hemos hecho mal en España. Cada vez se habla menos del 15M. Cada vez hay menos gente que se une a las protestas. Y por otro lado, en este país se vota a B porque A no funciona. No parece que haya más opciones. Desde luego con esta ley electoral no las hay. Pero es que, por favor, “si su partido hubiera tenido los mismos votos que nosotros, también habría usted gobernado”, como le ha respondido el señor Rajoy ayer a Rosa Diez en el congreso. (Lo que no dice es que si su partido hubiera jugado con otras reglas estaría muy lejos de haber obtenido la mayoría absoluta).
Este gobierno seguirá beneficiando a los mercados, privatizará servicios públicos, se reirá de la educación y de los que trabajamos en educación, nos utilizará como moneda de cambio para caerle en gracia a Merkel y lo que es peor, dirá que esto lo hace por el bien de todos. “Han de ser los españoles, y no el Gobierno, los motores del cambio, los protagonistas de la reforma.” Me tomaré la libertad de interpretar a mi modo esta declaración y decir que, claro, que tiene razón este señor, que somos nosotros, los ciudadanos, los que tenemos que alzar la voz. Y que se nos escuche bien alto. Que queremos un cambio de verdad. Y que no nos engañen.