miércoles, 21 de mayo de 2014

Colibríes, guerreros y sandías

Como si se hubiera tragado un colibrí. Así se sentía la pequeña Frida Kahlo desde que nació.
Hasta la Casa Azul de Coyoacán
(donde vivía) llegó el rumor de una costurera que cosía almas a las telas. Y Frida le envió una carta pintada con óleo en el envés del cuadro:

(yo supongo que quería coserse el alma a su falda mexicana para que no escapara como la sombra de Peter Pan)

Apreciada hada de los hilos:
le ruego que acepte este cuadrito como presente,
pues no puedo viajar hasta Madrid para hacerle el encargo personalmente.
Hasta mi México llegó su fama y ansio lucir una de sus creaciones.
Mi talla es pequeña, entre la de un monito titi y la de una tomatera.
¿Hará usted el favor de hacerme sentir que vuelo?


(Tu corazón en un cofre; Mercé López, Rebeca Beltrán)

Y así es como a Frida le crecieron las alas, y ¿pies para qué os quiero?
Hay leyendas nicaragüenses que dicen que los colibríes llevan el alma de un guerrero dentro de sí. Inquieta, ardorosa, valiente. Así era Frida, no sé decir si llevaba dentro un colibrí o un guerrero de la luz. Porque a pesar de las sombras de su historia dibujaba color en todos sus cuadros, selvas y frutas.

¡Viva la vida! Solía decir. Se comía la vida sin miedo, a grandes bocados. A veces ese espíritu voraz me recuerda un poco a mí. Pero el sabor de la sandía es más dulce si se come de a poquito.