El Valle de la Muerte es uno de los lugares más calurosos y secos del planeta y se encuentra a varios cientos de km de Los Ángeles. "Pocas cosas crecen en el Valle de la Muerte, de ahí su nombre. La razón es que allí no llueve mucho. Cerca de cinco centímetros cúbicos al año como término medio. Sin embargo, durante el invierno de 2004-2005 sucedió algo asombroso. Cayeron más de dieciocho centímetros cúbicos de lluvia, algo que hacía generaciones que no pasaba. Luego, en la primavera de 2005, ocurrió algo aún más extraordinario. Flores primaverales cubrieron todo el suelo del valle. Fotógrafos, botánicos y simples turistas recorrieron Estados Unidos para ver este espectáculo admirable, algo que probablemente no volverían a ver. El Valle de la Muerte estaba lleno de brotes nuevos y rebosantes de vida. Al final de la primavera, las flores se marchitaron y volvieron a deslizarse bajo la calurosa tierra del desierto, a la espera de las siguientes lluvias, cuando quisieran volver. Desde luego, lo que esto demostró fue que el Valle de la Muerte no estaba muerto. Estaba dormido. Solo estaba esperando las condiciones de crecimiento adecuadas. Cuando estas llegaron, la vida regresó al corazón del valle. Lo mismo sucede con los seres humanos". (El Elemento, Ken Robinson)
Lo mismo sucede con los seres humanos.
A veces estamos aletargados. Y mojarnos con la lluvia puede ser la mejor medicina para volver a nacer.
A veces olvidamos cuáles son nuestras mejores capacidades. Y perdemos la oportunidad de apasionarnos con ellas.
A veces estamos aletargados. La vida nos pasa por delante y el tiempo se nos escurre entre los dedos. Cuando corre pura vida por nuestras venas.
A veces nos cuesta vivir sin miedo, sin reservas, abrir las ventanas para que entre aire fresco, dejar fluir.
Mi abuela, de noventa y dos años, se quejaba el pasado verano de ver pasar el tiempo sentada en un banco de la residencia de ancianos. - - Ay, hija, veo pasar muy rápido los años y yo estoy quieta.
Después de decir esto, se mordió los labios con la dentadura superior y casi se echa a llorar.
Y sin embargo, cuando me ve llegar, cuando le doy un beso, cuando le cuento todas mis anécdotas, le hablo de mis viajes, de mis sueños, cuando me ve feliz y también cuando me ve decepcionada, cuando intuye que vivo intensamente, aunque tropiece, como ella lo hizo, a veces, entonces, encuentro una chispa en sus ojos que me recuerda la fortaleza de las mujeres de mi familia. Podrán cortar todas las flores e incluso ponerse mustias... pero nunca nunca detendrán la primavera que hay en mí. Porque es invencible.