Mi entrada 117 no podía ser cualquier entrada.
Quienes me conocen saben que el 17 es mi número mágico.
En este viaje, el 17 se ha aparecido en lugares diversos: el aparcamiento, el asiento del avión, el número de una habitación de hotel, la página en que estamparon mi sello en el pasaporte, el micro que agarramos camino de Vallegrande, en la ruta del Che o la blusita de una niña de Pimpollitos.
El 17 empezó con el tiempo a recordarme lo afortunada que soy.
Mi entrada 117 es, por ello, para agradecer a mi gente lo mucho que se preocupa por mí y todo lo que me ha demostrado. A mi familia, que comprendió que soy algo así como un pájaro y a los amigos que también me apoyaron en esta loca aventura, tanto que dos de ellos, Bea y Eli, han cruzado el océano en mi busca.
Hemos tenido un fin de semana de confidencias y noticias frescas, de risas y complicidades, de cocina típica y lluvia tropical. Y aún nos quedan 10 días para viajar juntas y soñar a orillas del lago Titicaca. Porque no pueden marcharse de aquí sin ver la isla del Sol. Y renacer. Como lo hice yo.