Hace tiempo que escribí parte de esta entrada en myspace, pero me gustaría recuperarla por una conversación que ayer tuvimos Eli y yo en el Utopía. Le preguntaba hasta qué punto el amor no es una construcción mental. Hasta qué punto la arquitectura de esta sociedad no nos ha enseñado que lo normal es conseguir un principe azul para vivir felices y comer perdices.
Eli decía que no es algo inculcado, que se trata de una necesidad, y estoy de acuerdo, pero lo que yo me pregunto es dónde está el límite entre la realidad y la ensoñación. ¿Por qué cuando tratamos de explicar el concepto del amor o de la amistad remitimos a una novela, a una película?
Yo creo que la receta, es a veces tan fácil como mezclar tres ingredientes: dos personas y las ganas de ser querido. Se hace creer a esas dos personas que se gustan y ¡plaf! Les ocurre como a la estanquera y el amante resentido en Ameliè -¿lo veis? Ya recurrí al cine-.
En definitiva...
¿Es la realidad el alimento de la literatura o tal vez ocurre al contrario, que nuestra realidad se nutre de la literatura construyendo historias jamás contadas en los libros?
Eli decía que no es algo inculcado, que se trata de una necesidad, y estoy de acuerdo, pero lo que yo me pregunto es dónde está el límite entre la realidad y la ensoñación. ¿Por qué cuando tratamos de explicar el concepto del amor o de la amistad remitimos a una novela, a una película?
Yo creo que la receta, es a veces tan fácil como mezclar tres ingredientes: dos personas y las ganas de ser querido. Se hace creer a esas dos personas que se gustan y ¡plaf! Les ocurre como a la estanquera y el amante resentido en Ameliè -¿lo veis? Ya recurrí al cine-.
En definitiva...
¿Es la realidad el alimento de la literatura o tal vez ocurre al contrario, que nuestra realidad se nutre de la literatura construyendo historias jamás contadas en los libros?