lunes, 1 de diciembre de 2008

Guerreros de la luz

Una frase de Rebuffat, un famoso alpinista, que hablaba de conducir el cuerpo allá donde soñaron nuestros ojos, me hizo recordar este fin de semana a los guerreros de la luz de Coelho, a esas personas que no tienen miedo a vivir y que no dudan en hacer cosas fuera de lo común.

Pueden bailar en la calle mientras caminan hacia el trabajo o la universidad. O mirar los ojos de un desconocido y hablar de amor a primera vista. Pueden exponer a veces ideas que parecen ridículas.
No tienen miedo de llorar antiguas penas, o de alegrarse con nuevos descubrimientos. No dudan en abandonarlo todo y parten hacia su aventura soñada. Y cuando entienden que han llegado al límite de su resistencia, salen del combate sin culparse por haber hecho una o dos locuras inesperadas.

Un guerrero no pasa sus días intentando representar el papel que los otros escogieron para él. Un guerrero de la luz está siempre comprometido. Es esclavo de sus sueños y libre en sus pasos.

Hace tiempo que trato de seguir las enseñanzas de este manual. Hace tiempo que no sueño sólo cuando estoy dormida. Hace tiempo que confío. Y como estoy segura de que el pensamiento puede cambiar nuestras vidas, nuestras vidas cambian y circulan por caminos vertiginosos, arriesgando a veces la cordura. Y el corazón. Luchando con una espada de cartón piedra. Y recogiendo de vez en cuando los cachitos de esperanza que quedaron en el campo de batalla. Para pisar fuerte a la mañana siguiente. Y no olvidar que siempre queda sitio, como dice mi amiga Eli, para muchas otras cosas.