"No debí haberla escuchado" me confió un día, "nunca hay que escuchar a las flores. Hay que contemplarlas y aspirar su aroma. La mía perfumaba mi planeta, sin embargo no sabía apreciarlo. (...) Debí juzgarla por sus actos y no por sus palabras. (...) Debí adivinar su ternura detrás de sus pobres astucias. ¡Las flores son tan contradictorias!"