"Pies ¿para qué os quiero?, si tengo alas para volar", dejó escrito Frida Kahlo en su diario. Pero ¿cuántas veces no estamos, como el pájaro de un relato de Nabokov, soñando que somos libres, para despertar y estrellarnos contra los barrotes de la jaula, al desplegar las alas? ¿Cuántas veces no llevamos dentro las cadenas? ¿Cuántas veces no evitamos volar fuera del sueño porque nos da vértigo la altura, tenemos miedo a caer o nos sentimos perezosos de tener que luchar contra el viento?
Nadie nos confinó a este lugar y tampoco nadie nos colocó grilletes en los pies. Nosotros hacemos el camino.