De pequeña envidiaba a mi hermano por aquella firme decision de estudiar derecho. Cuando los amigos o los familiares preguntaban que queriamos ser de mayores, el siempre lo tenia muy claro. Yo, en cambio, pase por la medicina pediatrica, la ciencia, la arqueologia, el periodismo, la escritura, el diseño, el cine... tan pronto queria ser actriz como corresponsal de guerra; o bien me pasaba las horas mirando por aquel microscopio las pequeñeces que recogia en la calle o proyectaba la construccion de un colegio en un pais tercermundista. Y al final aqui estoy, sin saber muy bien que quiero ser o en que me convertire con los años. Se me da bien ir tras de lo que sueño, pero es que cada dia sueño cosas muy distintas.
De niños somos mas autenticos, mas libres, mas valientes para decir lo que pensamos y lo que queremos. Luego el tiempo, la supuesta madurez, la sociedad, las exigencias que vienen de fuera, las etiquetas, eso que nos dicen que es lo mejor para nosotros, nos confunde y a veces nos convierte en personas grises, lineales, que no saben donde ir sin las debidas indicaciones. Lo que algunas llaman cordura es el disfraz del dinero o la gloria, de la rutina, de los roles familiares, de la ambición, del prestigio social, del sueño americano, una casa con jardin para tu familia y una habitacion de invitados.
De pequeña envidiaba a mi hermano. Ahora lo admiro por haber sido fiel a esa idea infantil. Pero a mi no me importa que mi destino sea el de la taxidermia, el viaje al fin del mundo, la educación o el de una pequeña casa en el medio de ninguna parte siempre que sea feliz, que no me olvide de vivir intensamente y que encuentre un cachito de cielo bajo el que me sienta a gusto. Y alguien cerca que me abrace fuerte para recolocar todas mis partes rotas.