lunes, 29 de octubre de 2007

Con otros ojos

No había hablado mucho del viaje con las niñas, pero no será porque no fue fantástico. Diría que los lugares se miran con otros ojos cuando uno viaja con amigos de siempre, con los que saben lo que estás pensando con sólo mirarte a los ojos. Lo cual no quiere decir que los viajes con otra gente no se vivan de forma intensa.
Lo que ocurre es que cuando la causalidad nos une en un lugar tan fascinante, durante años recuerdas las cucarachas y los mosquitos por la mañana en el baño y mis servicios de limpieza con Raid y trapeador en mano, los personajes de la historia e incas de perfil bohemio, las horas en barco, en avión, los fetos de llama en el Mercado de las Brujas, velas, unguentos y ¿me da un numero mayor de este par de zapatos?, o no, Bea está esperando también otro par, os ceden el asiento en el micro, los niños se os pegan como garrapatas, las compras se acumulan, alfajor y cuñapes, los amigos esperandonos en el aeropuerto, las risas y los gritos de los niños, los bebes en una escena de peli de terror y Eli en medio de la desesperación, El Rey León 1, 2, 3, 4 y 5, sin saber quién será el bebé del cahorro de Simba, y alguien a quien se parezca también el cachorro de Scar, en el Copa, Copacabana, 18 añitos traspasa los límites, vistas a La Paz en el retrete, hotel de cinco estrellas, un helado de mango en la plaza, trescientas escaleras lloviendo, máscaras en el mercado, soy como un lamento, lamento boliviano, yo tengo la suerte la suerte del enano, abrazos, abrazos, cómo echo de menos mi vida en España, charlas en la cocina y camino del Perú.
Y nada ha sido un sueño. Aunque bien lo parezca.