lunes, 23 de junio de 2008

La Patagonia


Leí que quien come la flor del Calafate siempre regresa a la Patagonia.
Y yo me pregunto si no será demasiado pedir alcanzar el mundo del fin del mundo.
O quizá tenga razón Elisa, que no sabemos medir bien las distancias.

Recuerdo haber soñado de niña con aquel lugar, haber repasado una y otra vez aquel reportaje con fotos fascinantes de las montañas y los glaciares de Argentina. Recuerdo que podía oler el frío. Tengo el color de los atardeceres en la Tierra del Fuego grabados en la retina, aunque nunca los haya visto. Y puedo escuchar el ruido de los bosques de Bariloche.

Me pregunto si acaso no se apagarán esos sueños con los años o si, por el contrario, se fortalecerán.
Si el tiempo no nos ensuciará tal vez las alas de alquitrán y nos impedirá volar. Si no caeremos al mar para ser tragados por las olas. O si, por el contrario, planearemos cada vez más cerca del cielo sin darnos cuenta.

En cualquier caso, lejos es demasiado lejos como para volver con los mismos sueños, sin haber perdido nada por el camino.