Aracne, que hilaba tejidos maravillosos, se atrevió a retar a la diosa Atenea y, habiendo realizado un tapiz en el que descubría las aventuras amorosas poco licenciosas de los dioses, fue castigada por su orgullo y su impertinencia.
Ella misma se ahorcó, pero la diosa Atenea quiso convertirla en araña, para que no dejase de hilar durante toda la eternidad.
Ayer la ví colgada de un hilo junto a las escaleras que suben a mi calle, de madrugada. Sigue tejiendo incansablemente con hilos finos, casi imperceptibles, y parece que se sostiene en el aire mágicamente.
Fue entonces cuando le prometí esta historia a él. Y soy una persona de palabra.
A Spiderman, por cierto, le picó una araña radioactiva ;)