

Una vez leí que no tenemos que ser agua estancada sino fluir como los ríos. Es por eso que me gusta decir que sí a los planes inesperados y fuera de la norma. Buscar, conocer, viajar.
La semana pasada recorrí toda la geografía norte española. De Vitoria a Logroño, Barcelona, Palencia de vuelta, Ponferrada y Galicia. Casi he perdido el miedo a viajar en carretera.
He paseado por un Logroño vestido de Ciudad Inventada. Y yo diría que Encantada, porque el arte invadía las calles. Y era un arte para la gente. Cercano. Sin elitismo.
He buscado las formas mágicas y las heridas de los árboles en Ortigosa. En un bosque que no daba miedo. Que no angustiaba. Que trajo la calma.
He aspirado el olor de las flores en las Ramblas. Donde deambula demasiada gente. Y hace frío, a pesar del calor del verano, porque aún rodeado de gente, te sientes solo.
He observado las luces del puerto de Ortigueira al anochecer y escuché el sonido de las gaitas y las risas de los niños de los hippies, descalzos y salvajes.
Una vez leí que no tenemos que ser agua estancada, por eso a veces al mirar el océano, continuamente en movimiento, yo, como dice Robe, siento que quisiera simplemente "que la ola que surge del último suspiro de un segundo, me transporte mecido hasta el siguiente".