Dicen que de niños somos como arcilla que se moldea. Que somos tan transparentes que uno ve en qué nos convertiremos al llegar a hombres.
De niños y tal vez hasta bien tarde, cuando aún queda inocencia, es siempre más sencillo dejarse tocar.
Luego es complicado acceder a ese rincón. Yo a veces creo que he ido colocando polvo de mármol sobre la figura de arcilla. Y ni aún a golpes de cincel puede nadie fácilmente llegar hasta ella.