Los egipcios tenían una bonita forma de concebir las puertas del cielo. Para entrar en él, las almas de los difuntos eran interrogadas. Se les hacía dos preguntas y dependía de su respuesta que entraran o no en el cielo. ¿Adivináis qué tipo de preguntas eran?
Tan sencillas como:
¿Has encontrado la felicidad en tu vida?
¿Has proporcionado felicidad a los demás?
Si la respuesta era afirmativa para ambas cuestiones, las puertas del cielo quedaban abiertas.