Ayer descubrí por casualidad un cartel en una pared del barrio que decía "Prohibido jugar a la pelota. Prohibido usar patines o bicicleta. Área privada".
Y pensé en la suerte que yo tuve cuando era niña, porque entonces toda la calle nos pertenecía. Desde las Montañas del Gato Montés hasta los Andes y la Tierra Media (que en ocasiones hacía las veces de campo de béisbol) y recordé también que allí no había restricción alguna. Si acaso estaba prohibido no imaginar.
Fui armada caballero. Coroné el Everest. Serví de enfermera en una guerra de pedradas contra los malos. Me caí una y mil veces (ahora parece que caerse también está prohibido). Participé en varios Juegos Olímpicos del barrio (en la carrera de tres piernas y la de cucharas, en balontiro y fútbol). Me enganché mi chaqueta favorita al radio de la bicicleta. Encontramos una antigua civilización en nuestras excavaciones. Recortamos rabos y más rabos de lagartijas. Y todo ello sin salir de un perímetro de 200 metros alrededor de mi edificio.
Hoy día las videoconsolas son más seguras. Sólo se cae o se golpea el marcianito que controlas con los mandos. Y de tanto prohibir, la imaginación queda encerrada en una pantalla de escasas pulgadas.
Una pena!