Pensé que sólo era yo y otro par de pobres diablos quienes sufrían esta inestabilidad, pero parece que sea algo orgánico, histórico, esencial. Fue ayer cuando, leyendo un ensayo sobre el humor de Pirandello, encontré lo siguiente:
"No hay hombre, observó Pascal, que difiera tanto de otro como cada cual difiere de sí mismo en la sucesión del tiempo.
La simplicidad del alma contradice el concepto histórico del alma humana. Su vida es equilibrio móvil, es un resurgir y un adormecerse continuo de tendencias, afectos e ideas, un titubear incesante entre términos contradictorios, un oscilar entre polos opuestos: la esperanza y el miedo, lo verdadero y lo falso, lo bello y lo feo, lo justo y lo injusto, y etc.
Si de pronto se diseña en la perspectiva oscura del porvenir un luminoso proyecto de acción, o brilla vagamente un rayo de felicidad, no tarda en aparecer - vindicadora de los derechos de la experiencia - la recordación del pasado, triste y sombrío a menudo, o sobrevienen las cavilaciones del presente y frenan nuestra briosa
fantasía. Esta lucha de percepciones, de recuerdos, de esperanzas, de presentimientos, de ideales, puede imaginarse como una lucha entre distintas almas que se disputan el dominio definitivo y pleno de la personalidad."
ME dijeron que se sufre de inestabilidad cuando uno abandonó fragmentos de sí mismo en alguna parte del pasado, mutilando su flujo de energía. Algunos pensarán que eso es una solemne tontería.
No sé dónde perdí esas extremidades mías, pero es probable que tenga que encontrarlas y pedirles disculpas por haberles ignorado todo este tiempo. Porque aunque fueran feas, imperfectas o tristes son también una parte de mí.
Y es posible que el puzzle completo no esté del todo mal.