
Breslau decía que hay que bailar todos los días, aunque sólo sea con el pensamiento. Lo cierto es que no sé quién demonios era ese tipo, pero quienquiera que fuese acertó conmigo. Cuando era pequeña, solía bailar con mi madre, mientras ella limpiaba, aunque fingiera que me resultaba un fastidio. Y bailaba con los chicos en la verbena del pueblo. He bailado incluso con la aspiradora. Sola en mi habitación. Y con mi amigo Chema en el centro del patio de la Universidad. Y con los pequeños monstruitos que me llaman "señorita" y que creen que ya he vivido un siglo. Puedo asegurar que he bailado incluso con las estrellas. Y no me refiero a las estrellas de Hollywood.
Y si lo decía Breslau, que seguro era un tío cojonudo, ¿por qué no voy a aconsejaros yo que todas las noches os sentéis a ver cómo bailan los planetas? Y que participéis si es necesario.
Mi pequeña terapia contra la melancolía es algo tan simple como bailar, poner música en la habitación y bailar con los ojos cerrados, o mejor aún, cerrar los ojos y saber que con la imaginación uno puede bailar en cualquier parte.
(Quede claro que no hago apología del "Mira quien baila")