Alguien dijo que los niños son sorprendentes, que nunca sabes en qué incoherencia te van a pillar. Hoy, Jimena, que tiene sólo tres años, me ha dado una gran lección. Hablábamos de quién salva a los buenos en los cuentos y ella, convencida y, sobre todo, indignada, me ha soltado un discurso feminista muy estudiado. Las princesas, me decía, son lo suficientemente listas como para salvarse ellas solitas, no necesitan a ningún príncipe (acabaramos!) y, además, los señores piensan de una forma distinta y piensan menos.
Es indudable que los cuentos describen los roles más tradicionales, pero es fantástico descubrir que los niños de esta generación sean tan espabilados. Porque si tan claro lo tiene una niña de tres años, ¿para qué narices necesitamos que alguien nos salve?