miércoles, 6 de diciembre de 2006

BABEL

La verdad es que el significado de la palabra es confuso, pero ayer, cuando tomando cañas con mis amigas lo escuché decir, me dí cuenta de repente de que aquel será el nombre que daré a mi hija.
La leyenda de la torre de Babel siempre me ha fascinado, tal vez porque no creo que haya nada más terrible que la incomunicación y la incomprensión entre los seres humanos. Es frustrante no poder transmitir a alguien lo que sientes, no poder explicar, tenerlo frente a frente y saber que es imposible llegar hasta él con palabras. Todos hablamos idiomas distintos.
Y, sin embargo, es posible encontrar quienes te escuchan y saben de que estás hablando. Y cuando consigues reirte, conversar, soñar, compartir, cuando consigues encontrar amigos con los que un día común se convierte en una pequeña aventura, cuando pasar la noche en la barra de un viejo bar conocido por todas es una buena excusa para ser un instante feliz, muy a pesar de nuestro desconocimiento de los temas musicales de los 80 ;), cuando consigues que la risa sea honestamente sincera, entonces descubres que la torre de Babel, más allá de los preceptos cristianos, esconde también esperanza.
Un niño no es sólo la prueba de que los seres humanos podemos llegar a comunicarnos de forma completa, sino que me recuerda que la puerta de lo divino se encuentra a veces en lo más pequeño y vulnerable. Y es por ello que Babel suena tan bien y no en vano significa "puerta de Dios".