sábado, 12 de enero de 2008

Microrrelatos

Hay quienes dicen que los microrrelatos saben a poco. Pero seguro que no han leído uno verdaderamente bueno, uno que les haya atrapado, como me ocurrió a mí en más de una ocasión.

Me parece fascinante que en un par de líneas se pueda condensar mágicamente toda una historia. Hay en los microrrelatos un ingenio preciso y punzante, profundas connotaciones y guiños al lector. Ocurre lo mismo cuando uno ve una fotografía y no puede dejar de mirarla. Ya lo dice Eli, a veces la historia puede contarse en un cortometraje y no necesita de accesorios que te acaban provocando el bostezo en el cine.

Decía Baltasar Gracián que "lo bueno, si breve, dos veces bueno" -yo espero que no se refiriese al sexo con esta formulación ;)-. Hablando de literatura, recordemos cuántas veces nos hemos saltado párrafos de alguna novela, muy probablemente la descripción de una mesita de noche que, la muy pretenciosa, se alargaba eternamente. Y en cuántas ocasiones hemos querido abrir la última página y terminar cuanto antes con el misterio.

No ocurrirá eso con los microrrelatos, porque en ellos nada es prescindible. Os invito a leer algunos ejemplos.

El engaño

La conoció en un bar y en el hotel le arrancó la blusa provocativa, la falda entallada, los zapatos de tacón alto, las medias de seda, los ligueros, las pulseras y los collares, el corsé, el maquillaje, y al quitarle los lentes negros se quedó completamente solo.

(Marcial Fernández)

Despertar

Despertó cansado, como todos los días. Se sentía como si un tren le hubiese pasado por encima. Abrió un ojo y no vio nada. Abrió el otro y vio las vías.

(Norberto Costa)


Instantánea de amor

Anoche en un bar, a tan sólo tres taburetes de mí, hallé al chico con el que cada domingo leeré el periódico en la cama. De repente entró una mala pécora y, con un beso, le hizo olvidar lo que en realidad deseaba: un hombre como yo.

(Manuel López)


La bella durmiente del bosque y el príncipe


La Bella Durmiente cierra los ojos pero no duerme. Está esperando al príncipe. Y cuando lo oye acercarse, simula un sueño todavía más profundo. Nadie se lo ha dicho, pero ella lo sabe. Sabe que ningún príncipe pasa junto a una mujer que tenga los ojos bien abiertos.


(Marco Denevi)