lunes, 26 de mayo de 2008

Encantada de haberte conocido

My amigo Ulysses me ha hecho mucho pensar esta semana al recordarme el diálogo de una fantástica película, 21 gramos.

Paul Rivers(Sean Penn) Cristina Peck (Naomi Watts)

Paul Rivers: -Hay un número oculto en cada acto de la vida, en cada aspecto del universo, fractales, materia… hay un número que clama por decirnos algo… te estoy aburriendo.

Cristina Peck: -No, no, yo…, lo siento.

Paul: -Lo se, lo que intento explicar es que los números son una puerta para entender un misterio que es mayor que nosotros. El modo en que dos personas desconocidas llegan a conocerse. Hay un poema de un escritor venezolano que empieza: “La tierra giró para acercarnos más, giró sobre si misma y en nuestro interior hasta que por fin nos reunió en este sueño”

Cristina: -Muy bonito

Paul: -Tienen que ocurrir tantas cosas para que dos personas se conozcan. En el fondo, eso son las matemáticas.


Tienen que ocurrir tantas cosas para que dos personas se conozcan. En la cola del supermercado. En un vagón de tren. En la barra de un bar. En un curso de Bolsa.
Los relojes se tuvieron que sincronizar hasta el punto de que nos cruzásemos a la entrada de aquel lugar. De que uno mirase al otro.

A veces se trata de despropósitos. Un dolor de estómago. Un despiste. A deshora. Un tropezón. La lluvia. Un malentendido.

Y luego cuántas veces subestimamos a eso que algunos llaman destino, y otros, casualidad, a esa suma de casualidades que opera de forma subterránea hasta llevarnos a este mismo punto. Lo subestimamos, digo, porque nadie está en su lugar por azar, porque, como dice el Talmud, no se debe despreciar a nadie, ni apartar nada. No hay nada que no tenga su tiempo, ni ningún hombre que no tenga su lugar.

Si hubiéramos entrado en el sitio equivocado tal vez habríamos conocido al chico sentado junto a la máquina de tabaco que pasó desapercibido la otra noche.

¿Por qué entonces fuimos nosotros?

Tal vez fuera todo un error de cálculo.
Esta noche desenredaré la madeja y saldré de este laberinto. Porque las matemáticas no son exactas.