La última vez que hablamos me dijo que cuando volviéramos a vernos estaría echando carreras por el pasillo. Ya sabía que iba a morir.
Tenía ese tipo de humor.
Si es que vamos hacia alguna parte, estará seguro corriendo ligera y llenando de luz y de alegría todo a su paso. Como llenaba de luz nuestra cocina a mediodía cuando le hacía reír tanto a mi madre. Cuando aquietaba su aprensión.
Ella se fue apagando de a poquito. Y se marchó de puntillas. Sin hacer mucho ruido. Porque nunca le había gustado quejarse.