No son más amigos aquellos que te hacen reir con mentiras. Sino aquellos que te hacen llorar con verdades. Porque a veces necesitamos una bofetada que nos espabile, que nos haga reaccionar. Y son los buenos amigos los que nos dicen lo que no queríamos oír.
No son más amigos los que te aprecian por tu simpatía, tu generosidad o tu buena conversación. Sino aquellos que conocen también tus defectos y piensan que, por encima de todo eso, eres una persona estupenda.
No son más amigos los que celebran tus victorias. Sino los que te acompañan en la derrota y acuden a curar la herida. Los que te preguntan cómo estás y esperan a escuchar tu respuesta.
No son más amigos los que están más cerca. Sino aquellos para los que nada cambia a pesar de la distancia, los baches, los años o la dirección del viento. Los que superan el espacio y el tiempo y se quedan entre el Aquí y el Ahora.
Algunos creen que para ser amigos basta con querer, como si para estar sano bastara con desear la salud. Eso decía Aristóteles. Y él era un tipo inteligente. Pero sí me he dado cuenta estos últimos días de que querer, al menos, es un requisito indispensable. Y a pesar de las discusiones, los enfados y las diferencias de parecer, me considero muy afortunada de teneros. Y no creo que nunca se vaya a romper ya el hilo invisible que nos une.
Un abrazo fuerte, fuerte, de esos que parece que puedan hacer los huesos polvo de estrellas.