No creo que sea pecado ser palentino en Madrid, aunque la marabunta de gente que se baja del metro en el intercambiador de Moncloa se nos haga demasiado grande cada mañana. Y aunque la primera vez que escuchemos hablar del intercambiador, la imagen mental que nos hacemos sea la de un tipo que aún practica el trueque.
Yo creo que uno puede acostumbrarse. Y aprender a disfrutar de observar a la gente en el metro. De tener la posibilidad de asistir a un concierto distinto cada noche. De pasar la tarde en la fnac o la mañana en un museo. De salir por Malasaña. De ver caras distintas, nuevas, cada día.
Yo creo que podré acostumbrarme.