viernes, 20 de febrero de 2009

Pequeños defectos

La señorita Pili, mi profesora del parvulario, decía que era una niña nerviosa, muy movida, impaciente, en definitiva, una arbolaria. Yo, que no entendía que era aquello, me imaginaba echando raíces en cualquier camino, con ramas, en lugar de extremidades. Que era muy chillona, cosa indiscutible, pues tenía nódulos en la garganta, y una enfadica; que cuando me enojaba, se me dibujaba una delatora uve colorada en la frente.

Mi madre añadía siempre a este rosario de virtudes que era un poco Antoñita, la fantástica, una ingenua y una comistraja. Imagino que eso de Antoñita venía de mi padre, que también se llama Antonio y es un soñador.

Tal vez sea cierto que de niños puede ya adivinarse en qué nos convertiremos.