Recuerdo vagamente ese tiempo en que teníamos la mirada limpia de prejuicios. Cuando nuestros únicos miedos eran el hombre del saco, las brujas y la oscuridad.
Recuerdo que detrás del encerado estaba nuestra segunda estrella a la derecha. Que pasábamos muchos recreos en el aula esperando que algún hada viniera a buscarnos.
Recuerdo alguna noche con la linterna debajo de las sábanas leyendo un cuento después del toque de queda. Y los dos rombos en la esquina de la pequeña pantalla.
Recuerdo esas noches excitantes del verano en que todos los chicos del bloque corríamos a escondernos en algún recodo. O descubríamos un juego diferente que alguien había aprendido en sus vacaciones.
Y recuerdo la suave luz que entraba por las rendijas de la persiana a la hora de la siesta, cuando yo nunca nunca quería dormir.