A veces, me gustaría estar en otra piel, como decía el poeta, tener otro nombre, hablar otro idioma, para ver si desde allí la vida se ve con otros ojos.
Encontrar sin desvíos ni demora las balizas de orientación que me indican que sigo el camino correcto.
Escalar largas paredes verticales sin miedo a caer.
Pero soy torpe y, a veces, incluso cobarde. Tropiezo siempre porque voy mirando al cielo y no me doy cuenta de poner rumbo al norte.
Yo nunca seré como te quiero.